Los retos del Mediterráneo occidental

«Para promover una relación beneficiosa para las dos orillas del Mediterráneo, es necesario que entre todos reduzcamos la brecha que tiende a aumentar entre ellas.»
La semana pasada tuve la ocasión de participar en la reunión de los ministros de asuntos exteriores del grupo conocido como 5+5 del Mediterráneo occidental. Desde hace treinta años, este foro reúne a cinco países de la UE (España, Francia, Italia, Malta y Portugal) y a cinco países del sur del Mediterráneo (Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez).
A pesar de su estructura informal, en él se contrastan opiniones y se fomentan las asociaciones en una región, la del Mediterráneo occidental, que ha desempeñado y sigue desempeñando un papel fundamental para la Unión Europea de hoy y de mañana.
La brecha entre la UE y el Magreb es cada vez más profunda.
En el trascurso de la reunión, quedé impresionado con la descripción que hicieron mis colegas de las dificultades por las que atraviesan los países del sur del Mediterráneo en la actualidad. Las diferencias económicas, ya significativas, entre las dos orillas de nuestro mar común son cada vez más amplias. Si bien los 102 millones de habitantes de los cinco países del sur del Mediterráneo constituyen un poco menos de la cuarta parte de la población de la Unión, el valor de su PIB es sesenta veces menor que el de la Unión. Dicho de otro modo, la riqueza per cápita es trece veces inferior a la de Europa, y, aunque esta diferencia se compensase con la diferencia de precios, considerablemente inferiores al otro lado del Mediterráneo, el nivel de vida de estos países representa una quinta parte del de Europa.
Asimismo, el crecimiento que pudo observarse hasta mediados del año 2000 se ha invertido desde entonces: en 2005, el nivel de vida de los habitantes de los cinco países del sur del Mediterráneo era tres veces inferior al de los europeos, mientras que en la actualidad es cinco veces inferior.
Una demografía dinámica
Este estancamiento del nivel de vida no se debe únicamente a las dificultades económicas del sur del Mediterráneo, sino también a la dinámica de la demografía: entre 1990 y 2019, la población de los cinco países del Magreb aumentó un 57 %, frente al 6 % de la UE. Sin embargo, el crecimiento económico no ha podido seguir este ritmo.
Además, tales cifras se refieren al año 2019. En 2020, la pandemia de COVID-19 ha tenido un gran impacto en las economías de Marruecos o Túnez, que dependen en gran medida del turismo, del suministro de piezas de recambio para automóviles o de la industria textil. Por otro lado, Argelia se ha visto seriamente afectada por la bajada del precio y del volumen de las ventas de hidrocarburos. Asimismo, la crisis ha provocado que todos los países de la región se estén viendo afectados por la fuerte caída de las transferencias procedentes de sus emigrantes residentes en Europa.
«La COVID-19 ha jugado con los conceptos de norte y sur: en el norte, los países más afectados se sitúan al sur de Europa, mientras que en el sur los países más afectados se sitúan al norte de África». Nasser Bourita, ministro de asuntos exteriores de Marruecos.
Como bien señaló mi colega Nasser Bourita, ministro de asuntos exteriores de Marruecos, durante el encentro: «la COVID-19 ha afectado gravemente a los países del Mediterráneo occidental. Ha jugado con los conceptos de norte y sur: en el norte, los países más afectados se sitúan al sur de Europa, mientras que en el sur los países más afectados se sitúan al norte de África».
Mientras que el nivel de vida siga estancado en el sur del Mediterráneo, la brecha entre las dos orillas seguirá creciendo y será difícil evitar el avance de la inestabilidad política y social en la otra orilla, así como los movimientos migratorios hacia Europa. Así pues, a los europeos les conviene ayudar de forma activa a revertir esta tendencia, respetando, evidentemente, la soberanía de cada país.
«Las graves dificultades de esta región provienen, en particular, del 'no Magreb', una de las regiones menos integradas en términos económicos.»
Hay varios factores que explican estas graves dificultades. Sin embargo, la mayoría se refieren al «no Magreb». En efecto, esta región es una de las menos integradas del mundo en términos económicos: se estima que los intercambios entre los países del Magreb suponen una cuarta parte de su potencial. En 2012, se propusieron una serie de medidas para fomentar la integración de la región y promover una cooperación más estrecha con la UE.
Los conflictos continúan
Ocho años más tarde, las relaciones bilaterales han alcanzado un mayor grado de madurez y la cooperación se ha extendido a cuestiones clave como el cambio climático. No obstante, los esfuerzos realizados han tenido resultados limitados. Los continuos conflictos y los intereses contrapuestos entre los países de la región han prevalecido sobre los esfuerzos de cooperación dirigidos a resolver las dificultades comunes. Por ello, no ha sido posible responder, en particular, a las expectativas de una población joven, educada y en pleno crecimiento.
Como factor agravante, las relaciones comerciales con Europa no han mejorado. Por el contrario, han disminuido significativamente desde el final de la década del 2000. En la actualidad, el comercio exterior con estos países representa únicamente el 3 % del total de los intercambios comerciales de la Unión. Las exportaciones de la UE hacia el Magreb, por ejemplo, son 8 veces inferiores a las exportaciones hacia EE. UU.
Una dinámica que debe invertirse de inmediato
Es sumamente importante que entre todos consigamos invertir esta tendencia, para que la salida de la crisis de la COVID-19 sea digital, ecológica y justa en ambas orillas del Mediterráneo. Nuestra cooperación con el Magreb se desarrolla en un contexto internacional cada vez más incierto (e incluso conflictivo), en el que cuestiones como la relocalización y la soberanía económica se han convertido en temas dominantes en todo el mundo.
«Europa no tiene intención de dar marcha atrás. Nuestra voluntad de recuperar una mayor soberanía económica puede suponer una oportunidad para el Magreb.»
Nuestra voluntad de reconquistar una mayor soberanía económica para Europa puede ser un factor favorable para el desarrollo del Magreb. De hecho, Europa no tiene intención de dar marcha atrás: debemos generar riqueza en estrecha relación con nuestros vecinos más próximos para aprovechar nuestras complementariedades y mejorar juntos nuestro nivel de vida y de empleo. No obstante, aún se necesitan numerosas reformas políticas y económicas para que los inversores extranjeros se sientan atraídos por los países del Magreb.
Una inestabilidad creciente en el ámbito político y de la seguridad
Las continuas dificultades económicas y sociales van acompañadas de una inestabilidad política que se debe, principalmente, a las confrontaciones internas en Libia y al despliegue del terrorismo islámico por todo el Sahel. Ello alentó a la UE a desarrollar su cooperación en materia de seguridad con la región.
Países como Argelia, Túnez o Marruecos participan en numerosos programas europeos de lucha contra el terrorismo. La cooperación continúa en el ámbito de la lucha contra el crimen organizado. Asimismo, la UE participa de forma activa junto con los países de la región en el Proceso de Berlín para Libia, dirigido por las Naciones Unidas, con el objetivo de reestablecer la paz y la libertad en este país. El pasado marzo, la UE puso en marcha la operación Irini para contribuir a hacer cumplir el embargo de armas decidido por Naciones Unidas, y para combatir el contrabando y el tráfico ilícito de personas.
«Debemos alegrarnos de los últimos progresos en Libia: gracias, en particular, a los esfuerzos de los países del Magreb, parece que la vía de la negociación ha prevalecido.»
Debemos alegrarnos de los últimos progresos en Libia: gracias, en particular, a los esfuerzos de los países del Magreb, parece que la vía de la negociación ha prevalecido. Esta vía prevalecerá si los ciudadanos libios consiguen encontrar soluciones por sí mismos. Las Naciones Unidas y la Unión Europea proporcionarán todo el apoyo necesario a sus esfuerzos de compromiso. No obstante, somos verdaderamente conscientes de que estos retos en materia de seguridad solo podrán afrontarse a largo plazo por medio de profundas reformas políticas y socioeconómicas que consigan abordar al mismo tiempo sus causas estructurales.
Las migraciones deben realizarse de forma ordenada.
Nuestros pueblos y nuestras sociedades están estrechamente vinculadas: millones de ciudadanos procedentes de los países del Magreb viven legalmente en los países de la Unión Europea. Esos países también se enfrentan a presiones migratorias procedentes de los países del África subsahariana. Por tanto, debemos reforzar aún más nuestra cooperación con los países de origen y de tránsito para garantizar que tales movimientos se realicen de forma ordenada. Este es el objetivo de los diálogos sobre migración que trataremos de desarrollar con los países del Magreb, sobre la base de la estrecha cooperación que ya existe en este ámbito.
Esta reunión informal me ha permitido constatar las graves dificultades a las que deben hacer frente nuestros vecinos del sur del Mediterráneo y los enormes desafíos vinculados al desarrollo de nuestras relaciones. No obstante, esta fue solo una primera etapa de cara a otro evento importante: el Foro Regional de la UPM, que se celebrará el próximo 27 de noviembre.
El 27 de noviembre se cumplen veinticinco años del Proceso de Barcelona
Esta vez, junto con nuestros socios de todo el Mediterráneo, analizaremos los 25 años del proceso de cooperación regional llamado «de Barcelona». En esta ocasión, la UE reiterará su determinación de hacer del Mediterráneo una región más segura, próspera y estable. Soy plenamente consciente de que los resultados de las medidas adoptadas en este sentido desde hace un cuarto de siglo han sido limitados y de que la tarea será especialmente difícil en los próximos meses.
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