La crisis y las responsabilidades de Europa

21/08/2020 - El lunes pasado inauguré la Universidad de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander (España). Debatimos principalmente sobre las consecuencias de la crisis actual para Europa y el mundo. En la presente fase, parece grave el riesgo de que la crisis desestabilice muchos países en desarrollo y refuerce la tendencia hacia regímenes autoritarios. En este contexto, Europa tiene la responsabilidad fundamental de defender un multilateralismo eficaz y de ayudar a los países en desarrollo que lo necesitan.

«La crisis actual amenaza con desestabilizar muchos países en desarrollo y reforzar la tendencia hacia regímenes autoritarios. Europa tiene la responsabilidad fundamental de ayudar a los países que lo necesitan, defender los valores democráticos y propugnar un multilateralismo eficaz».

Esta semana he estado en Santander, en el norte de España, donde he dirigido un curso sobre el futuro de Europa: «¿Quo Vadis Europa?», como he venido haciendo desde hace 21 años ya. El coronavirus no debía impedir que continuase este acto académico tan celebrado, por lo que este año se ha organizado en forma de videoconferencia. La cuestión principal era, inevitablemente, cómo la pandemia ha modificado el proceso de integración europea y el papel de Europa en el mundo. Pronuncié las observaciones preliminares y hoy hemos celebrado la última conferencia, impartida por el profesor Enrico Letta, expresidente del Consejo de Ministros de Italia. Vaya mi agradecimiento a cuantos han participado y a los miles de personas que han seguido el curso.

Habiendo observado de cerca los acontecimientos internacionales, en particular la crisis de Bielorrusia, y participado por videoconferencia en el Consejo Europeo sobre este asunto, he tenido la ocasión de expresar durante este curso mis temores sobre las consecuencias mundiales de la pandemia y las principales responsabilidades que tiene Europa en este contexto. Estas son algunas de las ideas expuestas durante mis observaciones preliminares. Otras muchas han surgido durante los debates; seguramente podrían alimentar ulteriores reflexiones en este blog.

Europa se ha visto gravemente afectada, pero ha reaccionado con rapidez

Esta crisis, que dista mucho de estar superada, es la más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Es también la crisis más universal que hemos vivido hasta ahora. La Unión Europea se ha visto gravemente afectada por la epidemia; varios de sus Estados miembros, en particular Italia y España, se encuentran entre los más afectados del mundo. Tras un comienzo lento, Europa ha tomado con éxito medidas enérgicas para recuperar el control de la situación, aunque persista la amenaza de un rebrote de la pandemia.

Europa se beneficia de su modelo social, el más desarrollado del mundo, que ha permitido garantizar un nivel elevado y generalizado de atención médica, manteniendo al mismo tiempo los ingresos de la población. No obstante, la crisis ha afectado a los Estados miembros de la Unión de maneras muy diferentes, lo que ha amenazado con agravar las diferencias ya existentes y el funcionamiento del mercado único. Por ello es esencial prestar un apoyo especial a los países más afectados. Este es el principal objetivo del Plan de Recuperación de la UE, aprobado por el Consejo Europeo el pasado mes de julio, un paso importante para mejorar la arquitectura europea.

«Si Europa lleva a término el proceso de reforzar su solidaridad y su cohesión interna, podría fortalecer su posición en el mundo».

Confío en que los europeos saldrán de esta crisis convencidos de que hace falta más Europa. Si Europa lleva a término el proceso de reforzar su solidaridad y su cohesión interna, podría fortalecer su posición en el mundo. No fue este el caso en las crisis financieras anteriores. Aunque dichas crisis comenzaron en América, en última instancia tuvieron consecuencias más graves y duraderas en Europa, ya que nos costó reaccionar con suficiente rapidez y firmeza. Parece que en esta ocasión podría ocurrir lo contrario, con lo que Europa asumiría una gran responsabilidad mundial.

La crisis ha golpeado muy duramente a los países en desarrollo

Fuera de Europa y de los Estados Unidos, la crisis se ha cebado en los países en desarrollo, tanto de Asia meridional como de África o América Latina, que es actualmente el epicentro de la epidemia. Esto plantea enormes riesgos para el futuro del mundo que no solo afectarán a la desigualdad y la cohesión social, sino también a la paz y la seguridad.

«La crisis plantea enormes riesgos para el futuro del mundo que no solo afectarán a la desigualdad y la cohesión social, sino también a la paz y la seguridad».

En muchos de estos países, la debilidad de los sistemas sanitarios se ha sumado a la fragilidad de las redes de seguridad social, por lo que la lucha contra la epidemia resulta extremadamente difícil. Debido a la importancia del empleo informal y a las condiciones de vida en los barrios marginales, ha sido especialmente difícil aplicar medidas prolongadas de confinamiento.

Los países en desarrollo también se han visto perjudicados por la crisis debido a la caída de los precios y del volumen de comercio de materias primas vinculada a la desaceleración de la economía mundial. En particular, los países en desarrollo y emergentes productores de petróleo y gas, como Irak, Omán, Argelia o Nigeria, han visto caer en picado sus ingresos.

Las remesas de los emigrantes y los ingresos procedentes del turismo se están viniendo abajo

Muchos países en desarrollo dependen también de las remesas de los emigrantes. Según el Banco Mundial (enlace externo), las remesas generaron un flujo de 554 000 millones de dólares en 2019 para los países de renta baja y media, y supusieron más del 5 % del PIB en 66 países e incluso más del 10 % en 31 de ellos. Se prevé que este flujo disminuya en al menos un 20 %, es decir, más de 100 000 millones de dólares, este año.

Además, el turismo internacional también se ha hundido. Según la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas (enlace externo), entre enero y mayo hemos experimentado en todo el mundo un descenso interanual del 56 % en las llegadas de turistas. Esto se traduce en una pérdida de ingresos procedentes del turismo internacional de 320 000 millones de dólares, más del triple de la pérdida registrada durante la crisis económica de 2009.

«Es importante tener en cuenta que una recesión, incluso limitada, en un país de renta baja tiene consecuencias más graves que en los países de renta alta».

El pasado mes de junio, el Fondo Monetario Internacional (enlace externo) predijo que el crecimiento del PIB en los países más desarrollados disminuiría de media este año en 9,7 puntos porcentuales en comparación con 2019. Es más que en los países emergentes (-6,7) y en los países de renta baja (-6,2). Desde el punto de vista geográfico, las caídas previstas varían considerablemente: -9,5 puntos para América Latina frente a -6,5 para el África subsahariana, -6,3 para Asia y -5,7 para Oriente Próximo. «En toda esta situación, es importante tener en cuenta que una recesión, incluso limitada, en un país de renta baja tiene consecuencias más graves que en los países de renta alta».

Estas dificultades se reflejan, en particular, en el ámbito de la financiación exterior. Los casos del Líbano o Argentina son los más evidentes, pero hay muchos más: los países en desarrollo no tienen por lo general la misma capacidad que los Estados Unidos, China o Europa para recurrir a la creación masiva de moneda y a déficits presupuestarios para apoyar a sus economías en crisis sin sufrir consecuencias negativas.

«La capacidad de los países más ricos para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a esta crisis, a pesar de tener sus propias dificultades, será decisiva en las próximas semanas y meses».

Probablemente surgirán fuertes tensiones sociales y políticas en varias regiones del mundo, como ya hemos visto claramente en el Líbano, Bielorrusia o Mali. La capacidad de los países más ricos para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a esta crisis, a pesar de tener sus propias dificultades, será decisiva en las próximas semanas y meses. Cabe prever que esta sea una de las principales cuestiones en juego en la rivalidad entre China y los Estados Unidos, pero también es una cuestión central para Europa, en particular en relación con nuestra vecindad, en África y en Oriente Próximo.

La cuestión de la reestructuración de la deuda

Ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a la crisis no solo es una cuestión de solidaridad, sino también de interés bien entendido: aunque los europeos consigan hacer frente a la crisis en casa, si los países circundantes se desestabilizan, Europa también se verá afectada. Además del apoyo financiero directo, el debate internacional sobre la ayuda a los países en desarrollo también girará en torno al proceso de reestructuración y cancelación de las deudas de los países en dificultades. Los que adopten una postura más anticipatoria en este ámbito en los próximos meses habrán ganado puntos para el período posterior a la crisis.

«Corresponde a Europa movilizar a las democracias para defender y promover los derechos humanos fundamentales y los valores democráticos en la escena internacional».

En un momento en el que los Estados Unidos tienden a replegarse y las potencias autoritarias están cobrando fuerza, también corresponde a Europa movilizar a las democracias para defender y promover los derechos humanos fundamentales y los valores democráticos en la escena internacional. Ya sea en Hong Kong, Sudán o Bielorrusia, los acontecimientos de los últimos meses han confirmado, si es que se necesitaban pruebas, que el deseo de derechos y libertades políticos sigue siendo universal. Los pueblos de todos los continentes que se ven privados de tales derechos y libertades siguen aspirando a ellos tan pronto como consiguen liberarse del pesado yugo de la represión.

La apremiante necesidad de un multilateralismo renovado

Esta nueva movilización de las democracias debe servir para defender y promover un multilateralismo renovado, adaptado al mundo del siglo XXI y a sus retos. La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto cuán faltos estamos de cooperación multilateral: mientras no tengamos una vacuna, solo podremos mantener esta enfermedad bajo control en la medida en que se haga lo propio en todas partes.

Este es el caso no solo de la pandemia de coronavirus sino también de muchos otros retos mundiales. De hecho, la actual crisis sanitaria y económica no debe hacernos olvidar la gravedad de la amenaza que representa la crisis ecológica. Solo podemos aspirar a superar esta crisis actuando a nivel mundial con determinación y en estrecha coordinación, en particular para aplicar con prontitud el Acuerdo de París y luchar conjuntamente contra la pérdida de biodiversidad.

 

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