Glasgow: el papel decisivo de la diplomacia climática de la UE

«El éxito en la lucha contra el cambio climático depende de la capacidad de las principales potencias mundiales para cooperar. La UE debe desempeñar un papel crucial para lograrlo».
La lucha contra el cambio climático es un problema mundial. Actualmente, los europeos somos solo responsables del 8 % de las emisiones mundiales, de modo que para vencer en esta lucha, tenemos que trabajar juntos, sobre todo con los mayores emisores (China, Estados Unidos, Japón, Rusia, Arabia Saudí, India, Canadá y otros). Como se señala en un reciente informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, necesitamos un «clima de cooperación», en el que la UE contribuya a que «se alcance un gran pacto ecológico».
Para luchar contra el cambio climático, debemos acelerar la transición ecológica dejando de lado las fuentes de energía basadas en los hidrocarburos, y esta transición también tendrá consecuencias geopolíticas importantes. Durante años, hemos visto cómo los productores de gas y petróleo trataban de usar sus exportaciones como arma en las relaciones internacionales. El último ejemplo es Moldavia, donde Rusia ha tratado de vincular las negociaciones de un nuevo contrato de suministro de gas a consideraciones políticas, como la decisión de Moldavia de reforzar sus relaciones con la UE. También hemos presenciado el fenómeno de la denominada «maldición del petróleo», consistente en que los países con abundantes recursos en hidrocarburos a menudo se enfrentan a problemas de gobernanza, inestabilidad y una estructura económica poco diversificada.
La transición ecológica hará un nuevo reparto de cartas y podría ayudar a resolver algunos de estos problemas. Sin embargo, también habrá ganadores y perdedores, pues podría crear nuevas dependencias de las tecnologías y de las materias primas necesarias para las energías renovables y los avances tecnológicos adaptables. Tenemos que gestionar la transición con inteligencia y permanecer atentos a las dinámicas e intereses geopolíticos.
Fuente: Our World in Data
Casi treinta años después de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, debemos reconocer que, a pesar de las declaraciones solemnes que reiteramos constantemente, no hemos logrado actuar con la suficiente determinación. Cerca del 80 % de la energía que se utiliza en todo el mundo sigue produciéndose a partir de combustibles fósiles y la ciencia nos confirma que estamos lejos de alcanzar los objetivos climáticos del Acuerdo de París. La semana pasada, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático informó de que vamos camino de registrar un calentamiento global de 2,7 °C antes de finales de siglo.
«La CP26 probablemente sea nuestra “última gran oportunidad” de poder alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y mantener el aumento de la temperatura mundial lo más cerca posible de 1,5 ºC».
Esto implicaría consecuencias devastadoras para el planeta y para nuestras vidas, tales como sequías, subida del nivel del mar, tormentas, pérdida de biodiversidad, etc. Además, tendría graves repercusiones socioeconómicas y geopolíticas, en particular en términos de seguridad, y afectaría especialmente a los países con menor capacidad para hacerles frente. En este contexto, la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima (CP26) probablemente sea nuestra «última gran oportunidad» de poder alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y mantener el aumento de la temperatura mundial cerca de 1,5 ºC.
La transición ecológica requiere un enorme esfuerzo de inversión mundial. Como señaló recientemente Jean Pisani-Ferry, los inversores y los empresarios privados parecen dispuestos a invertir masivamente en la transición ecológica. Sin embargo, necesitan que la comunidad internacional y los gobiernos nacionales establezcan un marco político creíble, estable y favorable. Pero por ahora no es este el caso. Esta incertidumbre tiene consecuencias negativas: los inversores y los prestamistas multilaterales, como el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Mundial, le están dando la espalda a los combustibles fósiles, pero las inversiones en tecnologías ecológicas siguen situándose muy por debajo de lo necesario. Con las consecuencias de las que efectivamente somos testigos.
«Los inversores y los empresarios privados parecen dispuestos a invertir masivamente en la transición ecológica. Sin embargo, necesitan que la comunidad internacional y los gobiernos nacionales establezcan un marco político creíble, estable y favorable. Pero por ahora no es este el caso».
La UE en su conjunto aún depende demasiado de los combustibles fósiles procedentes del extranjero y la actual crisis por los altos precios de la energía demuestra los problemas que ello acarrea. Así pues, la transición ecológica en Europa no encuentra su fundamento únicamente en el cambio climático, sino también en la mejora de nuestra autonomía estratégica, en la preservación del poder adquisitivo de nuestra ciudadanía y en la creación de ventajas competitivas para Europa.
La UE llegó a Glasgow habiendo hecho sus deberes. Gracias al Pacto Verde Europeo, estamos acelerando nuestras acciones. La Ley Europea del Clima ha establecido el objetivo jurídicamente vinculante de alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050 y los Estados miembros se han comprometido a reducir las emisiones en al menos un 55 % de aquí a 2030. Con el paquete de medidas «Objetivo 55», la UE está trabajando en las medidas concretas necesarias para alcanzar estos objetivos. No será fácil. Citaremos tan solo dos elementos relevantes: la digitalización de la economía tiene un impacto significativo en nuestro consumo energético y la descarbonización de nuestra economía tendrá importantes efectos redistributivos en términos de empleo e ingresos. Debemos encontrar formas eficaces de amortiguarlos.
La cuestión de la financiación de la lucha contra el cambio climático será decisiva para el éxito mundial del proceso del Acuerdo de París. Los costes financieros y humanos del cambio climático están aumentando y, como es habitual, afectarán más a los países en desarrollo. El statu quo es insostenible y, al mismo tiempo, la transición ecológica representa también una oportunidad económica. La inversión en tecnologías ecológicas puede ser un motor clave para la recuperación mundial de la pandemia y generar cientos de millones de puestos de trabajo seguros, sostenibles y de calidad en todo el mundo. Los países desarrollados tienen muchos problemas que resolver, pero si no son capaces de apoyar a los países emergentes y en desarrollo para que se adapten al cambio climático y lleven a cabo su transición ecológica, la lucha mundial contra el cambio climático fracasará. Juntos, la UE, sus Estados miembros y el BEI son el mayor contribuyente de financiación para los países en desarrollo, pues proporcionan 21 000 millones de euros (cerca de 25 000 millones de dólares estadounidenses) de los 100 000 millones de dólares estadounidenses anuales del Fondo Verde para el Clima prometidos por los países desarrollados. En su último discurso sobre el estado de la Unión, pronunciado en septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció otros 4 000 millones de euros de aquí a 2027. A este respecto, se están elaborando proyectos de cooperación concretos con los países en desarrollo, que anunciaremos en los próximos días.
«En Glasgow, la UE se centrará principalmente en movilizar a otros para que actúen. El Pacto Verde Europeo es nuestra “tarjeta de visita” y nuestra invitación a los demás para que igualen nuestra ambición».
En Glasgow, la UE se centrará principalmente en movilizar a otros para que actúen. El Pacto Verde Europeo es nuestra «tarjeta de visita» y nuestra invitación a los demás para que igualen nuestras ambiciones. Nuestra acción de sensibilización ha contribuido a convencer a varios grandes emisores para intensificar su acción por el clima comprometiéndose a alcanzar objetivos de neutralidad climática de aquí a mediados de siglo después de que la UE asumiera el liderazgo en diciembre de 2019. Una semana después de que la presidenta Ursula von der Leyen pidiera a los Estados Unidos que incrementaran su contribución a la financiación de la lucha contra el cambio climático, el presidente Joe Biden asumió este compromiso en la Asamblea General de las Naciones Unidas; tras nuestro diálogo permanente con China, el presidente Xi Jinping anunció el fin de la financiación del carbón en el extranjero; una semana después de nuestro diálogo de alto nivel sobre el clima, Turquía propuso ratificar el Acuerdo de París, etc. Como próximo paso, la presidenta Ursula von der Leyen y el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, pondrán en marcha en Glasgow el Compromiso Mundial de Reducción de Emisiones de Metano para reducir las emisiones de metano, un gas cuyo efecto invernadero es muy superior al del CO2.
«Más allá de la Cumbre de Glasgow, el éxito duradero en la lucha contra el cambio climático dependerá de la capacidad de las principales potencias mundiales para encontrar modos de cooperar aunque aumenten las tensiones geopolíticas y las discrepancias ideológicas».
Más allá de la Cumbre de Glasgow, el éxito duradero en la lucha contra el cambio climático dependerá de la capacidad de las principales potencias mundiales para encontrar modos de cooperar aunque aumenten las tensiones geopolíticas y las discrepancias ideológicas. Gracias a su diplomacia climática, la UE lleva treinta años desempeñando un papel importante para lograr la necesaria cooperación mundial. En el tenso contexto internacional, tendrá que desempeñar cada vez más este papel en el futuro. En el fondo, la acción climática es un bien público mundial: solo puede producirse si todos los actores principales aportan su contribución. Es una prueba para el sistema multilateral. Dado lo mucho que se juega la humanidad, no podemos permitirnos suspender esta prueba.
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