El Mediterráneo debería ser un lugar común donde construir un futuro compartido

02/12/2021 – Blog del AR/VP – Muchos europeos asocian el Mediterráneo y los países vecinos meridionales a conflictos y migración. Sin embargo, nuestras relaciones son más complejas y deben ir mucho más allá. La cuestión central del Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo y de la reunión ministerial entre la UE y la vecindad meridional que acaba de celebrarse en Barcelona ha sido cómo hacer del Mediterráneo un lugar para el progreso compartido.

«Debemos trabajar juntos en la transición ecológica para aprovechar los abundantes recursos naturales de carácter solar, eólico e hidrológico que existen en el Mediterráneo y construir un sistema energético completamente nuevo».

 

Durante el «Día del Mediterráneo ( )», que se celebró por primera vez el pasado domingo para recordarnos que «nuestras similitudes superan con creces a nuestras diferencias», me preguntaron qué significa el Mediterráneo para mí. Lo cierto es que ocupa un lugar especial tanto en mi vida personal como política. Para mí, como para muchos de mi generación, Mediterráneo es el título de una canción emblemática de Joan Manuel Serrat que aúna muchas emociones y recuerdos positivos de mi juventud. Y, como dijo recientemente el papa Francisco: «El Mediterráneo tiene una vocación especial: es un mar de cruces» y «este mar obliga a los pueblos y culturas de sus costas a estar en constante proximidad». Pero, desde el punto de vista de la responsabilidad política que hoy me atañe, el Mediterráneo también es motivo de preocupación: se ha convertido en una frontera que divide dos mundos con enormes diferencias económicas y sociales.

 

«“El Mediterráneo es un mar de cruces”, y también un motivo de preocupación y una frontera que divide dos mundos con enormes diferencias económicas y sociales».

 

Dos mundos separados por una enorme brecha en los ingresos y el nivel de vida. Según datos del Banco Mundial, el PIB per cápita en los países de la vecindad meridional de la UE[1] fue de media 6 veces inferior al de la UE en 2020 (y 6,8 veces si solo tenemos en cuenta los cuatro países del Magreb). Mientras que Europa experimenta un rápido envejecimiento, la población es mucho más joven en la otra orilla: el 31 % de las personas tienen menos de 14 años, frente al 15 % de Europa. Desde 1990, la población de la UE creció un 6,5 %, mientras que en los diez países que conforman nuestra vecindad meridional creció un 72 %. 

Estas divergencias, unidas a la falta de oportunidades personales y económicas, alimentan los conflictos persistentes y la presión migratoria. Esto explica por qué muchas personas, principalmente los jóvenes y las personas con formación, se plantean cruzar el Mediterráneo en busca de una vida mejor y más próspera en Europa. Pero los jóvenes no solo buscan empleo y mejores perspectivas, sino que también se enfrentan a las consecuencias de la inestabilidad política y la mala gestión en algunos países, además de a conflictos persistentes y restricciones de las libertades fundamentales.

 

«En beneficio de las sociedades de ambas orillas, tenemos que trabajar juntos para hacer frente a las discrepancias y las tensiones».

 

Muchos europeos miran a los países vecinos meridionales principalmente desde esa perspectiva: con consternación por los migrantes que desesperadamente cruzan el Mediterráneo y pierden su vida en el «cementerio azul» y con preocupación por la presión migratoria y los intentos de llegar a Europa de forma irregular. Y piensan en los conflictos persistentes (en Oriente Próximo, Libia y Siria) y la inestabilidad política.

Pero hay mucho más que eso. En beneficio de las sociedades de ambas orillas, tenemos que trabajar juntos para hacer frente a las discrepancias y las tensiones, así como para reducir la «fuga de cerebros» y lograr una migración ordenada. Mientras que las sociedades europeas en proceso de envejecimiento necesitan la migración para mantener su prosperidad, muchos países de la vecindad meridional también luchan contra la presión migratoria, algunos como países de tránsito y otros como países de destino.

Tenemos que iniciar el desarrollo de una historia positiva. Es necesario que aprendamos unos de los otros y construyamos vínculos e intercambios humanos y culturales. Pero, sobre todo, debemos mejorar las condiciones de vida y centrarnos en la creación de empleo y el crecimiento económico. Porque solo si logramos un desarrollo económico y humano más inclusivo y reducimos la brecha económica y de riqueza, podremos superar lo que nos separa.

 

«Solo si logramos un desarrollo económico y humano más inclusivo y reducimos la brecha económica y de riqueza, podremos superar lo que nos separa».

 

Para avanzar en esta tarea, el pasado lunes celebramos el Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo( ) y la reunión ministerial entre la UE y la vecindad meridional, que copresidí. La celebración de estas reuniones en Barcelona resultó sumamente apropiada, en especial porque el llamado Proceso de Barcelona, que comenzó allí en 1995, sentó las bases de lo que en 2008 se convirtió en la Unión por el Mediterráneo( ), que en la actualidad reúne a los Estados miembros de la UE y a 15 países ribereños del sur y el este del Mediterráneo. Hace 26 años formé parte de este acto fundacional como ministro de Obras Públicas y Transportes de España.

Las reuniones congregaron a un número récord de ministros de Asuntos Exteriores de la UE y de los países vecinos meridionales. Lamentablemente, la representación de nuestros amigos meridionales no fue tan alta como se esperaba. Algunos ministros no pudieron viajar debido al empeoramiento de la situación sanitaria, pero otros optaron por asistir a la Conferencia Ministerial del Foro para la Cooperación entre China y África. Esto es un indicador de la competencia mundial que existe y debería empujar a ambas orillas del Mediterráneo a reflexionar detenidamente sobre las necesidades y los beneficios de nuestra cooperación, también en comparación con lo que otros podrían ofrecer. 

Mantuvimos amplios debates sobre lo que podemos lograr juntos aplicando la Agenda para el Mediterráneo, para impulsar así un desarrollo económico sostenible y construir una sociedad más inclusiva e igualitaria. Para contribuir a lograr este objetivo, la UE puso en marcha el año pasado un nuevo Plan Económico y de Inversión de la UE para los países vecinos meridionales, cuyo objetivo es asignar a la región hasta 7 000 millones EUR durante el período 2021-2027 con el fin de movilizar hasta 30 000 millones EUR en inversiones públicas y privadas en el decenio siguiente. No hay espacio en este blog para dar cuenta de todas las cuestiones que se trataron, pero permítanme centrarme en un ámbito concreto que ofrece enormes oportunidades en beneficio mutuo y que constituye el principal reto de nuestro tiempo: la lucha contra el cambio climático y la aceleración de la transición ecológica. 

 

«El Mediterráneo se está calentando un 20 % más rápido que el resto del mundo».

 

El Mediterráneo se está calentando un 20 % más rápido que el resto del mundo. El cambio climático, que afecta a la seguridad alimentaria e hídrica y a la estabilidad regional, ya está causando grandes dificultades a las sociedades, economías e infraestructuras mediterráneas. En su lucha contra el cambio climático, la UE cuenta con el ambicioso programa del Pacto Verde. Si quiere llevarlo adelante con éxito, la UE tendrá que comprar grandes cantidades de electricidad verde en el futuro. 

Debemos trabajar juntos en la transición ecológica para aprovechar los abundantes recursos solares, eólicos e hídricos que existen en la región y construir un sistema energético totalmente nuevo, no basado en el petróleo y el gas, sino en la electricidad verde y el hidrógeno. La transición de los combustibles fósiles a las fuentes de energía renovables es tanto una necesidad para nuestro futuro común como una oportunidad para la diversificación económica y el crecimiento en ambas orillas del Mediterráneo, también para los países exportadores de petróleo y gas de la región. La COP 27, que se celebrará en Egipto el próximo año, deberá constituir un hito para este compromiso renovado.

Para hacer frente al cambio climático y gestionar la transición ecológica, así como para muchas otras cuestiones críticas: mantengamos una gran ambición y actuemos juntos en la escala que sea necesaria.

[1] Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Libia, Marruecos, Palestina, Siria y Túnez.

https://twitter.com/JosepBorrellF/status/1465368816679018508

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