Confianza y reciprocidad: los ingredientes necesarios para la cooperación entre la UE y China

15.05.2020

En los últimos años, con el auge de China, la relación de la UE con este país ha ido evolucionando, y la actual crisis de la COVID-19 está afectando este cambio. Lo que era, en esencia, una relación bilateral centrada en la cooperación económica se ha convertido en una relación a escala mundial en la que una cooperación estrecha convive con una competencia, en ocasiones muy abierta. En términos generales, la posición de la UE es ahora más realista y más firme. Al mismo tiempo también hemos intensificado la cooperación de la UE con otros socios asiáticos importantes, en particular con Japón, Corea del Sur y la India, entre otros países. Por su parte, China ha llevado a cabo una transformación impresionante que está teniendo consecuencias geopolíticas.

La relación de la UE con China tiene tantas facetas distintas que nuestro enfoque no se puede limitar a un único prisma. Nuestro Marco Estratégico (2019), respaldado por todos los Estados miembros de la UE, subraya que China es a la vez un país con el que la UE comparte objetivos bien definidos, un socio negociador con el que la UE necesita encontrar un equilibrio de intereses, un competidor económico en busca del liderazgo tecnológico y un rival sistémico en la promoción de modelos alternativos de gobernanza.

Es necesario integrar estos cuatro elementos para formular una política coherente. Nunca es sencillo desarrollar un enfoque conjunto de la UE en relación con las superpotencias, puesto que cada país europeo tiene sus propios puntos de vista y sus propias sensibilidades: el enfoque respecto de China no es una excepción. Es más, en ocasiones China no tiene reparo en aprovecharse de estas diferencias, pero sin duda nos corresponde a nosotros, los europeos, mantener la disciplina colectiva necesaria. La unidad es un requisito previo para poder ejercer influencia, ya que, en solitario, ni siquiera el Estado miembro más grande puede influir en una superpotencia.

Los cambios en la relación entre la UE y China han ido acelerándose desde que surgió el brote de COVID-19, y se han producido en varias fases. Al principio, cuando los hospitales chinos estaban colapsados, la UE ofreció un amplio apoyo sin que este hecho atrajera mucha publicidad. Más adelante, cuando Europa se convirtió en el centro de la pandemia, China envió grandes cantidades de equipos sanitarios, y procuró que el mundo se enterara. Lo esencial es que todos demos muestras de apoyo mutuo y solidaridad internacional —y la Unión Europea siempre ha demostrado firmemente este compromiso—, pero evitando politizar el suministro de asistencia sanitaria de emergencia.

Decir que la crisis mundial de COVID-19 exige una respuesta mundial se ha convertido en una especie de mantra, pero no por ello resulta menos cierto. Es evidente que necesitamos una respuesta multilateral que abarque todas las dimensiones de la crisis: limitar la propagación del virus, impulsar la investigación sobre tratamientos y vacunas, hacer frente a las consecuencias en los países en desarrollo y trabajar por la recuperación económica. Para todo ello contamos con que China desempeñe plenamente el papel que le corresponde, en consonancia con su peso y sus responsabilidades a nivel mundial.

Por ejemplo, tenemos un interés común en ayudar a las poblaciones más vulnerables de África y de otras partes del mundo a afrontar la pandemia. La UE como tal, junto con el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y los países europeos, ha movilizado un paquete de 20.000 millones de euros para ayudar a nuestros socios a hacer frente a la emergencia sanitaria y el impacto a largo plazo. Sabemos que será necesario un mayor esfuerzo, en particular un considerable alivio de la deuda, e instamos a China a que haga lo que le corresponde. Estoy dispuesto a intentar encontrar la vía para que la UE y China puedan trabajar juntos en este sentido. Otra de las prioridades conjuntas es asegurar una estrategia de «recuperación ecológica», empleando los paquetes de rescate de emergencia para acelerar nuestra transición energética y sustentar nuestros compromisos en materia climática en base al Acuerdo de París. Para reforzar nuestras defensas frente a futuras pandemias, también necesitamos una investigación científica exhaustiva e independiente acerca de los orígenes de la crisis.

En el ámbito bilateral, la conclusión satisfactoria de las prolongadas negociaciones en torno al acuerdo global de inversiones UE-China enviaría una importante señal de nuestro compromiso mutuo con una asociación económica basada en normas. En el mismo sentido, necesitamos un seguimiento de los compromisos chinos sobre subsidios industriales y transferencias de tecnología forzadas.

Tanto la UE como China afirman a menudo su compromiso con la promoción del multilateralismo y del sistema de las Naciones Unidas. Esta postura común resulta esencial, especialmente en una época en la que el sistema multilateral está abiertamente cuestionado. No obstante, también es cierto que nuestros enfoques respecto del multilateralismo difieren, por ejemplo en relación con la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos o con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y las tensiones en el mar del Sur de China. En el ámbito cibernético, ambos hacemos hincapié en la necesidad de contar con un enfoque multilateral, pero la postura china de centralidad del Estado contrasta con el planteamiento de la UE, basado en la participación múltiple y en el respeto de los derechos y libertades fundamentales. Y por lo que respecta a la Organización Mundial del Comercio (OMC), si bien oficialmente China apoya firmemente y defiende la OMC en su forma actual, con su sistema de solución de diferencias, en la práctica se ha mostrado poco dispuesta a involucrarse en una reforma sustancial de la OMC que es claramente necesaria.

En lo que se refiere a Europa en sí, debemos sacar conclusiones de la crisis, y algunas de ellas afectaran a nuestras relaciones con nuestros socios internacionales, entre los que se encuentra China. Debemos evitar depender excesivamente en sectores estratégicos, mediante el almacenamiento de reservas de materiales esenciales. Asimismo, debemos acortar y diversificar nuestras cadenas de suministro.

Dado que la diplomacia debe regirse por principios claros, en el caso de las relaciones UE-China las palabras clave deben ser confianza, transparencia y reciprocidad. Debemos avanzar juntos, teniendo realmente presente las intenciones estratégicas de China y los intereses comunes de la UE.


Ver también