La pandemia debería aumentar nuestras ganas de ser más autónomos

04/07/2020 - Debemos construir una cultura estratégica común en Europa. Si estamos más de acuerdo sobre cómo vemos el mundo y los retos que contiene, será más fácil ponernos de acuerdo sobre qué hacer con ellos. Habida cuenta de nuestras distintas historias, esto llevará tiempo: requiere numerosos debates entre todos los implicados en la configuración de la política exterior de Europa, tanto en Bruselas como en las capitales. Necesitamos entender de dónde procede cada uno de nosotros, lo que le preocupa a la gente y por qué; pero también lo que tenemos en común.

En este sentido, los grupos de reflexión desempeñan un papel importante, reuniendo a personas de diferentes orígenes, procedentes de toda Europa, y formulando nuevas ideas. Siempre me complace participar en estos debates y disfruté de los intercambios mantenidos en la reunión anual del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (enlace externo). A lo largo de una hora, en una conversación moderada por Helle Thorning-Schmidt, debatimos todo lo que está sobre la mesa en materia de política exterior de la UE.

Necesitamos realismo y nuestro propio punto de vista para analizar el mundo

El punto de partida de nuestro debate fue reconocer que la pandemia está actuando como gran acelerador de la historia mundial. Tenemos desigualdades crecientes, dentro de Europa pero también a nivel mundial —e incluso dentro de los países—, lo que puede provocar una fuerte reacción política. Asistimos a una mayor competencia geopolítica, en particular entre los Estados Unidos y China, combinada con una crisis del multilateralismo, y una parálisis en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esto indica claramente las malas relaciones entre las principales potencias. También existe una creciente inestabilidad en nuestra vecindad, oriental y meridional, y hay quien no duda en utilizar la fuerza, los representantes o la desinformación para conseguir sus objetivos.

Asistimos a una mayor competencia geopolítica, en particular entre los Estados Unidos y China, combinada con una crisis del multilateralismo, y una parálisis en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Para mí es evidente que no basta con que Europa se defina solo como una potencia blanda. Debemos ser realistas y reconocer el mundo como es, incluido el carácter intrínsecamente competitivo del sistema internacional.

He dicho en reiteradas ocasiones que tenemos que aprender a hablar la lengua del poder. Pero es evidente que todavía estamos en este proceso, mientras que otros no tienen dificultad en hacerlo: Estados Unidos y China sin duda, pero también Rusia y Turquía. Piensan y actúan en términos de lo que algunos denominan «arte de gobernar», accionando de manera integrada todos los resortes del poder nacional para favorecer sus intereses.

No basta con que Europa se defina solo como una potencia blanda... Debemos aprender a hablar la lengua del poder. Pero es evidente que todavía estamos en este proceso, mientras que otros no tienen dificultades en hacerlo.

Jugar nuestra baza políticamente y evitar una psicología de la debilidad

De hecho, Europa es mucho más poderosa de lo que a menudo cree. Debemos evitar una psicología de la debilidad. Tenemos muchos instrumentos de influencia, cosas que las personas desean: acceso al Mercado Único, inversiones, programas de investigación, visados. Establecemos reglas y normas que tienen relevancia mundial. Y estamos desarrollando capacidades de seguridad y defensa más fuertes, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. Así, tenemos una buena baza, pero necesitamos aprender el modo de jugarla mejor en el plano político.

Tenemos que evitar una psicología de la debilidad... Europa tiene una buena baza, pero necesitamos aprender el modo de jugarla mejor en el plano político.

Como con frecuencia hemos hecho últimamente, hablamos de la autonomía estratégica y de cómo puede ayudar a los europeos a afrontar mejor las amenazas y vulnerabilidades a las que se enfrentan. El concepto surgió en el ámbito de la defensa, pero desde entonces ha adquirido un sentido mucho más amplio. Para mí, la autonomía estratégica es un estado de ánimo. Deberíamos mirar al mundo a través de nuestro propio prisma. Debemos evitar tanto la nostalgia por un mundo que no volverá como el fatalismo. Tenemos que recuperar el sentimiento de que, al actuar a través de la UE, podemos definir nuestro futuro. La autonomía estratégica es una forma de formular nuestras elecciones: debemos ser capaces de defender nuestros intereses; hacerlo nosotros mismos si fuera necesario.

Está claro que, con la pandemia, están aumentando nuestras ganas de pensar y actuar de manera mucho más autónoma; desde la gestión de los riesgos relativos a las cadenas de suministro, hasta las inversiones estratégicas y al control de las tecnologías futuras. Debemos recordar que la apertura de nuestras sociedades es clave tanto para la eficacia de nuestros instrumentos exteriores como para la sostenibilidad de nuestros Estados del bienestar.

La autonomía estratégica es una forma de formular nuestras elecciones: debemos ser capaces de defender nuestros intereses; hacerlo nosotros mismos si fuera necesario. Deberíamos mirar al mundo a través de nuestro propio prisma y evitar tanto la nostalgia como el fatalismo.

Algunas prioridades geográficas: una vecindad disputada y África

Naturalmente, no solo abordamos la política exterior de la UE desde un punto de vista conceptual. Hablamos mucho de Libia y de los retos directos que se plantean al embargo de armas de las Naciones Unidas, así como de las tensiones crecientes en el Mediterráneo oriental. Recientemente he estado en Grecia y Chipre, donde he sido testigo de los efectos de las acciones turcas (perforaciones, sobrevuelos, etc.). El grave deterioro de nuestras relaciones con Turquía es algo que ni ellos ni nosotros podemos permitirnos. Debemos defender los intereses en materia de seguridad de los Estados miembros de la UE al mismo tiempo que trabajamos para rebajar las tensiones y restablecer la confianza. Como mínimo, tenemos que ser buenos vecinos de Turquía, adonde viajaré la próxima semana para avanzar en esta cuestión.

Hablamos de los riesgos de los planes de anexión de Israel (enlace externo) así como de la necesidad de mejorar nuestras relaciones con África y la importancia y el potencial enormes que tiene el continente. Además, abordamos las relaciones transatlánticas y los valores democráticos compartidos, pero también los desacuerdos que hemos tenido y las consecuencias de la COVID-19 en la posición de los Estados Unidos en el mundo.

Nuestras relaciones con China fue otro tema importante. Es evidente que necesitamos un enfoque más asertivo, en que combinemos el respeto, por parte de China, de sus compromisos para garantizar una mayor reciprocidad y una igualdad de condiciones en la relación económica con una posible cooperación en cuestiones en las que no es posible una solución mundial sin China.

Necesitamos un enfoque más asertivo en que combinemos el respeto, por parte de China, de sus compromisos para garantizar una mayor reciprocidad y una igualdad de condiciones en la relación económica.

Al igual que en todo lo demás, necesitamos unidad entre los Estados miembros y, a veces, un poco de valor.

El aspecto positivo del debate del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores fue que se trataba de un auténtico debate paneuropeo, con participantes de todo el continente y un objetivo compartido: hacer de la UE un actor más fuerte en el mundo. Fue un pequeño paso hacia una cultura estratégica común, difícil de alcanzar pero necesaria.

Encontrará el enlace al debate completo aquí:

 

 

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