Historias de venezolanos en busca de protección y seguridad

18.10.2019

Los días 28 y 29 de octubre, la Unión Europea, junto con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), celebrará en Bruselas la Conferencia Internacional de Solidaridad sobre la Crisis de los Refugiados y Emigrantes Venezolanos.

Los días 28 y 29 de octubre, la Unión Europea, junto con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), celebrará en Bruselas la Conferencia Internacional de Solidaridad sobre la Crisis de los Refugiados y Emigrantes Venezolanos.

 

Más de 4 millones de venezolanos han abandonado su país debido a la inseguridad, la crisis política, la inestabilidad socioeconómica o las necesidades humanitarias, dando lugar así al mayor desplazamiento en la historia reciente de América Latina y, después de Siria, a la mayor crisis de desplazamiento del mundo.

 

Cualquier ayuda puede ser esencial para las personas que han perdido casi todo y que necesitan no solo cobijo y alimentos, sino también acceso a la educación, la asistencia sanitaria, el empleo o la documentación básica.

 

Además del apoyo ya prestado, la Unión Europea se ha asociado con la ACNUR y la OIM para llamar la atención del mundo sobre la magnitud de la crisis y mostrar su compromiso y solidaridad con los refugiados y los migrantes venezolanos y con quienes los acogen en toda la región.

 

Antes de la Conferencia, queremos dar protagonismo a las personas y dejarles que cuenten sus historias.

 

Isabel y Darlys, dos "caminantes" que han llegado a Colombia para salvar a sus hijos

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Isabel y Darlys son dos de un total de 1,4 millones de venezolanos que han cruzado a Colombia. No se conocen y emprendieron por separado su camino, pero hay algo que las une: las dos son madres de niños enfermos que necesitan asistencia médica urgente.

 

"Primero llegué aquí sola desde Venezuela por la salud de mi hijo, que tiene un problema de riñón", explica Darlys. "Después decidí traer a mis hijos porque el niño empeoró y no podía tener acceso a medicamentos ni a atención médica en Venezuela", añade Darlys, que vive con sus dos hijos en el Centro de Asistencia Integral de Maicao para atender las necesidades más urgentes. Maicao, cerca de la frontera venezolana, es una ciudad a la que han llegado en 2019 más de 30.000 personas.

 

Isabel cruzó el puente entre Venezuela y la ciudad colombiana de Cúcuta. Como no podía permitirse otro medio de transporte, caminó durante días con sus cuatro hijos. Uno de ellos, Jeremías, tuvo que ser hospitalizado por desnutrición. "Mis hijos pasaban un día completo sin comer. Jeremías pesaba 7 kilos a los 3 años. Se me iba a morir", recuerda. Isabel ha encontrado una acogida temporal en un refugio municipal que recibe ayuda de la ACNUR, pero sigue deseando tener una casa. "Si la situación mejorara en mi país, yo quisiera poder volver a mi casa. Estar allí con mis hijos, para que puedan ir a la escuela y vivir sus vidas y tener una infancia normal, como la que yo tuve".

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La historia de Ana: padre e hija reunidos en Ecuador

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Cuando Ana Mayora se fue a Ecuador junto con su hijo, no pudo llevar con ella a su padre. Ana le enviaba el poco dinero que podía ahorrar para ayudarle a pagar sus medicamentos, pero sabía que no viviría mucho tiempo si se quedaba en Venezuela debido a la falta de acceso a la atención médica. "Temía que llegara el día en que recibiera una llamada telefónica que me dijera que ya no hacía falta que enviara dinero para sus medicamentos sino para su ataúd", dice con lágrimas en los ojos. Afortunadamente, con la ayuda de la OIM, Ana se reunió con su padre en Quito.

El albergue de Carmen, un alojamiento seguro para los refugiados venezolanos en Ecuador

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Carmen tiene un albergue en El Juncal, una pequeña ciudad al norte de Ecuador. La crisis venezolana llamó a su puerta —cientos de venezolanos que atravesaban el pueblo de Carmen todos los días— y por eso decidió ayudar. Ofrece alojamiento a decenas de migrantes cada noche, que pueden así descansar antes de continuar el viaje. "Pueden darse un baño, tener un plato de alimento o un lugar para dormir", explica Carmen.

 

"Es como una mamá para nosotros", señala Daniel, uno de los venezolanos que está en su albergue. Carmen no solo ofrece a las personas que lo necesitan comida y alojamiento, sino que también les recomienda para empleos locales y les informa sobre procedimientos de asilo y otros servicios en Ecuador. A cambio, la mayoría de ellos están dispuestos a ayudar a la hora de servir las comidas, y a sentarse y escuchar a otros recién llegados. "Yo no tengo dinero, pero tengo un corazón para el que venga», dice Carmen.

Una escuela peruana acoge a niños venezolanos

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Niurka Ramírez es una profesora de Venezuela que trabaja en el sur de Perú. En la escuela "Al aire libre" se siente como en casa. La escuela abre el camino para la integración de los profesores y niños venezolanos, que suelen encontrar dificultades para volver a ocupar un puesto de trabajo o reanudar sus estudios en los países de exilio. Cuenta ya con 60 estudiantes y 3 profesores procedentes de Venezuela. Uno de ellos es Guillermo, un niño de diez años que aprendió a tocar la trompeta en tan solo cuatro meses y que se ha convertido en una de las estrellas de la banda de música de la escuela.

 

José, caminante: "Cuando estás caminando, con un paso quieres caer, con otro paso es la familia la que te lleva".

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José abandonó Venezuela en septiembre de 2019 porque la situación en el país le obligó a tomar esa decisión. Fue la primera vez que dejó a su familia y salió de su casa. José caminó con uno de sus mejores amigos y recuerda la fuerza y el apoyo que les daba el espíritu de grupo. "En el momento de reír, nos reímos. En el momento de llorar, lloramos. Si se enferma uno, nos enfermamos todos". A lo largo del viaje, el cansancio fue enorme y tanto él como sus compañeros agradecieron la asistencia médica recibida en una de las tiendas humanitarias de la OIM, cerca de Pamplona. 

Johan: en busca de asistencia médica

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Johan es uno de los aproximadamente 7.700 refugiados y migrantes con VIH y recuerda que "cruzar Colombia a pie fue a la vez bonito y triste". Tuvo que salir de Venezuela porque necesitaba medicamentos para tratar su enfermedad. Recuerda con emoción las dificultades del viaje, pero expresa su agradecimiento a la ayuda vital que le prestó el personal de las Naciones Unidas. Al cabo de ocho meses viviendo y trabajando en Perú, pudo volver a Venezuela para ver a su madre.

 

Fotos: Carolina Celi / OIM


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