Queridos amigos, colegas,
Estamos presentes aquí todos compartiendo los mismos sentimientos.
El sentimiento de querer recordar. El sentimiento de no querer olvidar.
El sentimiento de tristeza por la destrucción, dolor y muerte que seres humanos han infringido a otros seres humanos y que todavía infringen en ciertos lugares. El sentimiento de alegría de pensar, que, aunque a menudo doloroso y costoso, al final la paz prevalece como valor. Al final, la única victoria es la de la reconciliación, la hermandad, el entendimiento y la cooperación.
El sentimiento de las duras lecciones aprendidas: aquellas sobre la loca oscuridad de la violencia y la guerra, aquellas sobre la tolerante luminosidad que se puede conseguir con una coexistencia respetuosa y pacífica entre todos.
Todos estamos aquí, lejos del continente europeo donde dos guerras mundiales arrasaron y abrasaron al mundo.
Estamos también presentes todos aquí para demostrar que la paz en el mundo no es imposible y para testimoniar la obligación que tenemos todos y cada uno de nosotros de continuar trabajando para alcanzar este noble objetivo.
Y estoy aquí como un testigo vivo de lo que los países europeos han sido capaces de construir durante los últimos 70 años: Han conseguido preservar la paz mediante una cooperación constructiva entre todos. Después de todo, la Unión Europea es y será uno de los mayores proyectos de paz realizados a lo largo de la historia.
Pero ello llega no sin un continuo y sostenido esfuerzo. Como Robert Schuman declaro tan maravillosamente acordándonos de los 70 años de cooperación europea:
“La paz del mundo no se puede salvaguardar sin realizar los esfuerzos creativos necesarios en proporción a los peligros que la amenazan”.
Queridos colegas y amigos,
No escatimemos esfuerzos y sigamos apreciando la libertad y la paz. Y honoremos a aquellos que siguen luchando todos los días con compromiso por la libertad, por la democracia y por el respeto de todos los seres humanos.
Y luchando por estos valores, no podremos olvidar.