China, Estados Unidos y nosotros

31/07/2020 - Cada día, asistimos al incremento de las tensiones entre Estados Unidos y China, con enfrentamientos debidos a diversas cuestiones. Las posiciones se están endureciendo y aumentan los defensores de la desconexión tanto en Washington como en Pekín. Independientemente de quién gane las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, esta rivalidad entre Estados Unidos y China probablemente será el principio rector dominante de la política mundial. En este contexto, necesitamos mantener la calma y concebir nuestro propio enfoque para la UE. Quisiera reflexionar aquí sobre unos cuantos principios que deben guiarnos.

Teniendo en cuenta todos los acontecimientos mundiales y el auge de los poderes autoritarios, es importante mantener una cooperación sólida con democracias afines.

Independientemente de quién gane las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, la rivalidad entre Estados Unidos y China probablemente sea el principio rector dominante de la política mundial. En este contexto, necesitamos mantener la calma y concebir nuestro propio enfoque para la UE.

China se afianza cada vez más en la escena internacional: esto ya era la tónica antes de la crisis actual, pero la pandemia de COVID-19 lo ha acentuado. Se ha vuelto más asertiva —incluso hay quienes dicen que agresiva— en su vecindad, especialmente en el mar de la China Meridional o en la frontera con India. Asimismo, los dirigentes chinos no han dudado en dejar de lado los compromisos internacionales con la imposición de la ley de seguridad nacional de Hong Kong.

En Estados Unidos, el actual Gobierno ha tomado medidas para «contener» a China en términos de comercio y tecnología, pero también de seguridad. Hay incluso quienes hablan de una nueva guerra fría, aludiendo a la competencia mundial entre Estados Unidos y la antigua URSS tras la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, en esta ocasión las circunstancias son distintas, sobre todo porque la URSS nunca fue la potencia económica que sin duda China es hoy.

En cuanto a Europa, tenemos que indicar con claridad dónde nos situamos. En diversas ocasiones, he manifestado que debemos seguir nuestro propio camino y actuar conforme a nuestros propios valores e intereses [enlace]. Esto no implica que debamos mantenernos equidistantes entre ambos protagonistas. De hecho, compartimos una larga historia con Estados Unidos, marcada por su apoyo decidido para derrotar al nazismo y su posterior ayuda para reconstruir Europa; y hemos colaborado para construir una Europa «íntegra y libre».

Somos fruto de la Ilustración y compartimos un sistema político: la democracia, en la que el gobierno rinde cuentas al pueblo. En cierto modo, somos «primos políticos»: ambos estamos comprometidos con el pluralismo político, los derechos individuales, la libertad de prensa y el sistema de contrapoderes institucionales. En Europa y en Estados Unidos, las elecciones cuentan; en China, no demasiado. La combinación de esta historia compartida y de valores comunes crea, a priori, una estrecha afinidad entre nosotros.

La moderna China, por su parte, se construyó sobre unos valores y un régimen político muy diferentes. Y, al contrario de lo que muchos —en especial, en Europa— habían esperado, el desarrollo económico de China y el crecimiento de su clase media no han dado como resultado una clara evolución hacia la democracia, con un respeto por los derechos individuales, la sociedad civil y la libertad de discrepar. Ha desaparecido la idea de «la convergencia a través del comercio».

Por el contrario, se ha tolerado menos el disenso y el poder se ha centralizado, especialmente en relación con Xinjiang y Hong Kong. A fin de responder a la grave situación en Hong Kong, la UE y sus Estados miembros han adoptado una respuesta contundente y coordinada con medidas concretas: restringir la venta de productos que podrían usarse para la represión interna, la interceptación de comunicaciones internas o la cibervigilancia, además de decisiones relativas a visados y becas [enlace].

Es indudable que, durante los últimos años, China se ha vuelto más poderosa, pero también algo menos amistosa. La gente respeta a China, pero mucha también la teme, por su recurso a la coacción económica. De resultas de ello, se está desvaneciendo la idea de una gran potencia benévola.

Desde aquí, ¿hacia dónde nos dirigimos? Debe quedar claro que Europa sigue teniendo un interés duradero por colaborar con China —aun cuando resulte difícil— en una serie de cuestiones mundiales en que esta última desempeña un papel fundamental. China tiene que formar parte necesariamente de soluciones mundiales a problemas de escala planetaria, como la lucha contra la COVID-19 o la mitigación del cambio climático. Al contrario que en Washington, en la Unión Europea no se observa ninguna tendencia aparente a una rivalidad estratégica que pudiera conducir hacia una suerte de nueva guerra fría, ni hacia una amplia desconexión económica.

Europa tiene un interés duradero por colaborar con China —aun cuando resulte difícil— en una serie de cuestiones mundiales en que esta última desempeña un papel fundamental.

Sin embargo, compartimos con Estados Unidos (y otras democracias) una serie de profundas preocupaciones relativas a la esencia del comportamiento de China que deben abordarse: la falta persistente de condiciones de competencia equitativas en el ámbito económico, los efectos distorsionadores de las subvenciones industriales, la falta de reciprocidad en las normas de adjudicación de contratos públicos... La lista es bastante larga. Y nuestra impaciencia va en aumento ya que, pese a los compromisos de China de atajar estas preocupaciones, su cumplimiento mediante reformas efectivas es insuficiente.

Todos estos problemas se debatieron en el octavo Foro Comercial y Económico de Alto Nivel que mi colega, el vicepresidente ejecutivo Dombrovskis, mantuvo el 28 de julio con el vice primer ministro Liu He [enlace de la declaración]. Fue una ocasión importante para debatir acerca de la cooperación en materia de recuperación y hacer balance sobre el estado de las negociaciones relativas a un acuerdo global de inversiones. Por su parte, la UE dejó claro que es necesario que China adopte más medidas y asuma más compromisos en lo relativo al acceso al mercado, las subvenciones industriales, las cuestiones reglamentarias y otros ámbitos. Volveremos a examinar la situación en la próxima cumbre de dirigentes prevista para mediados de septiembre.

Compartimos con Estados Unidos (y otras democracias) una serie de profundas preocupaciones relativas a la esencia del comportamiento de China que deben abordarse.

En esta situación triangular, merece la pena mencionar que la Unión Europea y Estados Unidos han reconocido su creciente interés por intensificar su diálogo relativo al reto que presenta China. Queremos recalcar la importancia de analizar las aspiraciones y los desafíos mundiales de China, mejorar la coordinación y compartir información relativa a nuestros respectivos enfoques.

Por este motivo, en junio propuse al secretario de Estado Pompeo entablar un diálogo de alto nivel entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre esta cuestión. Ofrecí un ejemplo, de entre muchos: mientras que Estados Unidos están castigando a Airbus y nosotros estamos preparando medidas para Boeing, China está subvencionando en su totalidad aviones de fuselaje ancho que venden por todo el mundo (también a nuestras empresas privadas). Hay que tratar esto en el diálogo. Ya se está trabajando para acordar las modalidades y hay funcionarios de Bruselas y Washington que se están reuniendo para sentar las bases del diálogo.

Precisamente porque estamos de acuerdo con Estados Unidos en muchos aspectos relacionados con China, lamentamos que los métodos escogidos en materia de política exterior estadounidense últimamente hayan sido, muy a menudo, de carácter unilateral, sin consultar a la UE y, en ocasiones, perjudiciales en su esencia a los intereses de la Unión: ya sea imponiendo aranceles a los productos de la UE, abandonando el Plan de Acción Integral Conjunto relativo al programa nuclear de Irán, deteriorando la acción mundial contra el cambio climático al salir del Acuerdo de París o sancionando a empresas europeas participantes en el proyecto Nord Stream.

En resumidas cuentas: teniendo en cuenta todos los acontecimientos mundiales y el auge de los poderes autoritarios, es importante mantener una cooperación sólida con democracias afines. La Unión Europea y Estados Unidos deben ser los protagonistas de esta tarea, pero también debemos trabajar estrechamente con Japón, India, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y otros estados.

Tuit del alto representante:

Lee mi nueva entrada de blog sobre cómo debería situarse Europa en el contexto de creciente rivalidad estratégica EE. UU.-China: XXX. Necesitamos mantener la calma, defender el multilateralismo y trabajar en pos de una cooperación más estrecha con democracias afines. #EUDiplomacy

Tuit del SEAE:

Lee la última entrada del blog de @JosepBorell: XXX. Establece los principios que deben guiar a la UE al hacer frente a una competición estratégica creciente entre EE. UU. y China, cuando cada vez se habla más de desconexión y de una nueva guerra fría.

 

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