El camino a seguir en las relaciones entre la UE y Turquía tras un difícil 2020  

18/12/2020 - Blog del AR/VP - Las tensiones en el Mediterráneo oriental y las relaciones con Turquía han sido uno de los mayores retos para la UE en 2020, y seguirán siéndolo probablemente en 2021. No es sorprendente, por lo tanto, que el último Consejo Europeo del año, celebrado la semana pasada, haya abordado esta cuestión como uno de los temas clave de su política exterior.

 

La integración europea se ha visto impulsada por el objetivo de superar la dinámica de enfrentamientos entre Estados que, bajo diferentes formas sociales y políticas, han caracterizado la historia europea durante muchos siglos. Desde su creación, los imperios otomano y ruso formaron parte de esta ecuación. Y hoy sigue estando claro que la Unión Europea no podrá alcanzar la estabilidad en el continente a menos que encuentre el equilibrio adecuado en sus relaciones con Turquía y con la Federación de Rusia.

Transformar la dinámica de desconfianza en relaciones basadas en la cooperación

Las actitudes defensivas, basadas en la disuasión, no ofrecen soluciones a largo plazo, sino, como mucho, algo de espacio para respirar. Nuestro reto, e interés mutuo, y mi responsabilidad como alto representante y vicepresidente de la Comisión, es convertir la dinámica de desconfianza, rivalidad o confrontación en relaciones basadas en nuestros intereses comunes y en la cooperación.

 

«Está claro que la Unión Europea no podrá alcanzar la estabilidad en el continente a menos que encuentre el equilibrio adecuado en sus relaciones con Turquía».

 

Habrá quien lea estas líneas con escepticismo, especialmente quienes piensen desde un ángulo puramente nacional, más que desde la perspectiva más amplia, paneuropea, que ofrece la UE. Es importante recordar la esencia política del proyecto europeo: menos de trece años después del final de la Segunda Guerra Mundial, uno de los conflictos más sangrientos de la historia, las Comunidades Europeas, a las que luego sucedería la Unión Europea, reunieron a antiguos enemigos en torno a un programa común de cooperación e integración. Una lección que sigue impulsando nuestras ambiciones y nuestra política exterior hasta la fecha.

Un año actividades y diálogo constantes y agitados

Cuando asumí mis responsabilidades como AR/VP hace un año, la relación de la UE con Turquía no pasaba por su mejor momento. Supe desde el principio que la reactivación de esta relación iba a ser uno de los mayores retos de mi mandato. Las expectativas mutuas generadas por la Declaración conjunta UE-Turquía de 2016, tras el estallido de la crisis migratoria de 2015, no se cumplieron totalmente, a pesar de que ayudaron a controlar los flujos migratorios hacia Europa. Desde junio de 2016 las negociaciones de adhesión habían avanzado poco o nada.

El enfrentamiento por la explotación de los recursos en el Mediterráneo oriental iba ganando intensidad, sumado a los tradicionales desacuerdos sobre el control de las zonas marítimas entre los Estados ribereños afectados. Los esfuerzos realizados en Crans Montana para encontrar una solución definitiva a la reunificación de Chipre fracasaron en 2017. La implicación regional de Turquía en el área que va desde el África oriental y septentrional hasta los Balcanes occidentales siguió consolidándose. En particular, la participación activa y unilateral de Turquía tanto en Siria como en Libia se ha percibido, cada vez más, como no alineada con los intereses de seguridad de la propia UE ni con los acuerdos alcanzados entre todos los Estados miembros.

 

«Las expectativas mutuas generadas por la Declaración conjunta UE-Turquía de 2016, tras el estallido de la crisis migratoria de 2015, no se cumplieron totalmente».

 

El Memorando de Entendimiento de noviembre de 2019 entre Turquía y el Gobierno libio de Consenso Nacional, en el que se identificaban las respectivas zonas económicas exclusivas, suscitó serias preocupaciones y motivó una respuesta firme de la UE. El acuerdo también contenía cláusulas sobre ayuda militar que estaban en contradicción con el embargo de armas de las Naciones Unidas a Libia. A todo esto se añadió enseguida el despliegue continuo de buques turcos de exploración o perforación en el Mediterráneo oriental, en abierto desafío a Grecia y Chipre.

Estas actividades ya habían comenzado antes y habían dado lugar al establecimiento de un régimen específico de medidas restrictivas de la UE destinadas a proteger las aguas chipriotas. Desgraciadamente, en Bruselas nos fuimos familiarizando con las alertas navales NAVTEX turcas y con nombres de buques como el «Oruc Reiss» o el evocador «Barbaross».

En marzo de 2020 afrontamos una crisis importante. Gracias a una gran movilización de los medios de comunicación, las autoridades turcas animaron a los migrantes y refugiados a avanzar hacia las fronteras griegas para intentar entrar en la Unión Europea. Las autoridades griegas respondieron con determinación, repeliendo el avance y la Unión Europea respondió con plena solidaridad política. El presidente del Consejo Europeo y la presidenta de la Comisión, junto con el presidente del Parlamento Europeo, viajaron inmediatamente a la frontera septentrional griega en aquellos momentos difíciles. Poco después me reuní con el presidente Michel en Ankara y mantuvimos intensas conversaciones con el presidente Erdogan y otras autoridades turcas. A estos encuentros siguió, unos días más tarde, una visita del presidente Erdogan a Bruselas.

Se restableció la estabilidad en la frontera. A petición de Turquía, la UE facilitó aclaraciones sobre la aplicación de medidas de apoyo a los refugiados acogidos por Turquía. También proseguimos los debates sobre cómo volver a un programa constructivo. Aunque Turquía parecía estar buscando una fuerte recompensa política, me incliné por avanzar en la aplicación práctica de la declaración conjunta de 2016. Examinamos la situación, incluido el desembolso efectivo de nuestra ayuda a los refugiados sirios acogidos por Turquía, y convinimos que ambas partes debían redoblar sus esfuerzos para volver a encarrilar la situación.

Barcos de perforación y el anacronismo de los vestigios de la guerra

No obstante, el despliegue continuo de buques de perforación y exploración turcos, tanto en aguas limítrofes a Chipre como a Grecia, creó un entorno muy negativo que impidió el desarrollo de un programa positivo. Por ello viajé a Grecia, Chipre y Turquía a finales de junio. Mi objetivo era claro: quería explorar con los principales protagonistas las posibilidades de entablar un verdadero diálogo que contribuyera a abordar las cuestiones pendientes. Además del firme apoyo del presidente del Consejo Europeo y de la presidenta de la Comisión,  quiero destacar aquí los buenos oficios diplomáticos de Alemania, tanto de la canciller Merkel como de mi buen amigo y compañero, el Ministro de Asuntos Exteriores Heiko Maas.

 

«Quería explorar con los principales protagonistas las posibilidades de entablar un verdadero diálogo que contribuyera a abordar las cuestiones pendientes».

 

Visité la frontera septentrional de Grecia y volé lo más cerca posible de las plataformas de perforación desplegadas por Turquía en una zona cercana a la costa de Chipre. Pude también dar un paseo nocturno por la línea verde de Nicosia y ver la ciudad abandonada de Varosha desde un helicóptero situado en territorio bajo control chipriota. El anacronismo de estos vestigios de la guerra, congelados en el pasado, testimonio de un conflicto aún sin resolver en medio de la Unión Europea, fue profundamente perturbador y revelador. No había habido ningún avance desde mi anterior visita a Varosha en 2005, como presidente del Parlamento Europeo. Esta visita reforzó, aún más si cabe, mi determinación de buscar soluciones.

Aunque la relación con Turquía es muy compleja y tiene muchas dimensiones, he llegado a la conclusión de que los desacuerdos con Grecia y la no resolución de la cuestión chipriota son esenciales. Mi viaje de julio a Ankara lo confirmó, y el ministro de Asuntos Exteriores, Çavusoglu, subrayó el papel de Turquía en la protección de los derechos de los turcochipriotas y explicó el punto de vista turco sobre la explotación de los recursos en aguas chipriotas. Por su parte, el ministro de Defensa, Hulusi Akar, me ofreció una presentación detallada, desde la perspectiva turca, del incidente ocurrido unas semanas antes entre una fragata francesa y un grupo de unidades navales turcas.

El ministro Çavusoglu se despidió de mí en una conferencia de prensa conjunta en la que criticó duramente a algunos Estados miembros, así como a la propia UE, denunciando actitudes sesgadas e inamistosas con respecto a Turquía. Preferí responder con el lenguaje de la diplomacia, aunque el tono y las formulaciones utilizadas por mi anfitrión turco plantearon dudas sobre si esto sería suficiente.

No quiero continuar con un relato detallado de mis diversos esfuerzos por ayudar a encontrar un espacio para un diálogo bilateral renovado entre Grecia y Turquía sobre sus controversias marítimas y las medidas de fomento de la confianza, o sobre cómo apoyar los esfuerzos de las Naciones Unidas para relanzar las conversaciones para resolver el problema de Chipre. Baste decir aquí que la canalización de ambas cuestiones a través de los procedimientos diplomáticos y técnicos adecuados es esencial para abrir el camino a una relación sana entre la UE y Turquía. Se trata de cuestiones que ya no pueden aplazarse.

Mi viaje a Malta a mediados de agosto para reunirme con el ministro Çavusoglu se vio reducido a consecuencia de la firma de un acuerdo de delimitación marítima entre Grecia y Egipto. La respuesta de Turquía fue suspender la renovación prevista de las conversaciones exploratorias con Grecia destinadas a abordar las diferencias marítimas, y la reanudación de su actividad de provocación marítima. Esto solo ha confirmado mi convicción sobre el carácter central de estas dos cuestiones en la relación entre la UE y Turquía.

La agenda internacional de Turquía

La relación con Turquía tiene profundas raíces históricas. Sin embargo, el rumbo actual de la diplomacia de este país parece alejarlo aún más de la UE. Esto afecta a su evolución interna, en particular en lo que respecta a las libertades fundamentales, pero también al compromiso exterior de Turquía. Este último ha adquirido mayor relevancia en 2020, ya sea en Siria e Irak, en Libia, donde ha cambiado las tornas en momentos muy difíciles para el Gobierno de Consenso Nacional, o en Nagorno Karabaj, donde su apoyo ha propiciado una victoria importante para Azerbaiyán.

Podría continuar y mencionar su proyección en África oriental, en el Sahel o en los Balcanes occidentales. Turquía se ha convertido en una potencia regional a la que hay que tener en cuenta y ha obtenido éxitos innegables. Desgraciadamente, en bastantes casos, la agenda internacional de Turquía no está bien alineada con la de la UE y sus métodos no son los de la UE. La fuerte resistencia y las críticas de Turquía a la operación naval de la UE, Irini, muestran diferencias fundamentales en nuestra comprensión de la Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que impone el embargo de armas a Libia.

 

«Turquía se ha convertido en una potencia regional a la que hay que tener en cuenta, pero su agenda internacional no está bien alineada con la de la UE y sus métodos no son los de la UE».

 

Todo ello plantea algunas preguntas fundamentales sobre los objetivos de Turquía. Y el hecho de que Turquía sea candidata a la adhesión a la UE coloca a la UE en posición de formularlas. No cabe duda de que tenemos mucho que avanzar para abrir un diálogo sincero y profundo con Turquía sobre estas preguntas, y Turquía también ha de avanzar para dar las respuestas.

Aunque acojo realmente con satisfacción las declaraciones de funcionarios turcos, incluso al más alto nivel, en las que proclaman el interés estratégico de Turquía en adherirse a la UE, es importante que dichas declaraciones vayan seguidas de acciones que confirmen tales intenciones. Al mismo tiempo, puesto que las relaciones nunca son en un solo sentido, la UE también tiene que mostrar a Turquía que sería bienvenida como miembro de la Unión, si cumpliera con su parte del acuerdo. Es aquí donde el programa positivo acordado en la declaración conjunta de 2016 desempeña un papel fundamental.

Cooperación y confianza para salir de esta tendencia negativa

Tenemos que encontrar una vía para salir de la dinámica del ojo por ojo y volver a la cooperación y a la confianza. Este fue el principal mensaje del Consejo Europeo de octubre y este mismo mensaje se ha repetido la semana pasada. Y creo que Turquía lo entiende mejor hoy que en octubre.

Sin embargo, la situación no ha mejorado sustancialmente. Por lo tanto, nuestra evaluación global del ejercicio debe ser negativa, pero tenemos la oportunidad de corregir las cosas, y es lo que debemos hacer.

Es muy probable que, si seguimos en esta espiral descendente, la UE tenga que adoptar medidas enérgicas para convencer a Turquía de que estamos firmemente decididos a garantizar el respeto a nuestros intereses. Informaré al respecto a los dirigentes europeos en marzo de 2021.

Como ya he dicho, una estrecha relación de cooperación con Turquía constituiría una importante contribución a la estabilidad europea. De la misma manera, será difícil para Turquía encontrar un socio mejor que la UE. Nuestras economías están relacionadas: la UE es, con diferencia, el primer socio comercial de Turquía, tanto en importaciones como en exportaciones, así como una fuente de inversiones. Las exportaciones de mercancías de la UE a Turquía en 2019 ascendieron a 68.000 millones de euros, mientras que las importaciones procedentes de Turquía fueron de 70.000 millones de euros. Y la relación entre nuestras sociedades también es estrecha, pues muchos de nuestros ciudadanos viven, trabajan y viajan más allá de nuestras fronteras.

La prosperidad y la seguridad de Turquía, como aliado de la OTAN, requieren una estrecha relación con la UE. No existen alternativas sostenibles a este respecto. Y gran parte de su sociedad, según las encuestas más recientes, sigue pensando en la UE como una referencia para seguir avanzando.

Todavía tenemos la oportunidad de reorientar nuestras relaciones. La UE tiende su mano abierta a Turquía esperando que la estreche y la agenda presentada por los dirigentes de la UE está clara. Estoy dispuesto, en colaboración con la Comisión y los Estados miembros, a debatir nuestras propuestas para una programa positivo con Turquía y a explorar formas de impulsar nuestras relaciones, lo que podría incluir también la mejora de la cooperación regional a través de una Conferencia del Mediterráneo Oriental. Sin embargo, para que esto ocurra, deben cesar las acciones que puedan considerarse agresivas o contrarias a los intereses de la UE.

Tenemos que garantizar la reanudación del diálogo con Grecia y el relanzamiento de las conversaciones para la resolución del problema de Chipre, para el que hemos de alcanzar una conclusión satisfactoria, pues no puede continuar indefinidamente. El tiempo no es nuestro aliado en este caso. Y, por supuesto, debemos mantener un diálogo sólido y franco sobre los conflictos regionales y desarrollar un mayor entendimiento común sobre cómo abordarlos de manera que se respeten los intereses mutuos.

 

«Todavía tenemos la oportunidad de reorientar nuestras relaciones. La UE tiende su mano abierta a Turquía, esperando que la estreche.»

 

Algunos pueden pensar que soy un soñador y que este programa simplemente no puede llevarse a cabo. Sin duda, no sucederá si no lo intentamos. Más allá de los pasos claros de Turquía y de un cambio en sus acciones negativas y su retórica de los últimos meses, tenemos que encontrar la manera de volver a mantener un diálogo sincero y eficaz. Necesitamos la implicación y el compromiso firme de todas las partes, incluidos los Estados miembros de la UE más afectados. Tenemos que volver a imprimir energía a nuestras conversaciones mutuas.

Lo diré francamente: podemos avanzar hacia una agenda beneficiosa para ambas partes o padecer las consecuencias de nuestros malentendidos recíprocos. Yo tengo clara cuál es mi elección.

 

 

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